lunes, 7 de noviembre de 2016

Vestidos nuevos

Creo a veces que las plantas son como las mujeres: les gusta cambiar de traje.
Por eso en otoño arrojan al suelo todas sus hojas amarillas y en primavera se cubren de brotes brillantes.
¡Es qué, de veras, es tan lindo ponerse un vestido nuevo!
Y las acacias se adornan de moños blancos, los aromos de lunares de oro, los plátanos de hojitas verdes y los miosotis “como piel de asno” le piden al hada de las flores un vestido hecho de cielo.
¡Hasta los cardos, tan ásperos, sienten despertar su coquetería y se prenden entre las duras greñas un penacho azul!
¡Me río yo de los botánicos que quieren explicar gravemente los fenómenos de florescencia y de la vegetación!
¡Si al brotar y florecer las plantas no obedecen a otro impulso más que al deseo de ponerse un vestido nuevo!
Por eso, también, crecen con preferencia en torno de las acequias, de los estanques, de los arroyuelos: para tener un espejo en que mirarse.



Juana de Ibarbourou  

El cántaro fresco. Montevideo 1920.  

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