Vestidos nuevos
Creo a veces que las plantas son como
las mujeres: les gusta cambiar de traje.
Por eso en otoño arrojan al suelo todas
sus hojas amarillas y en primavera se cubren de brotes brillantes.
¡Es qué, de veras, es tan lindo ponerse
un vestido nuevo!
Y las acacias se adornan de moños
blancos, los aromos de lunares de oro, los plátanos de hojitas verdes y los
miosotis “como piel de asno” le piden al hada de las flores un vestido hecho de
cielo.
¡Hasta los cardos, tan ásperos, sienten
despertar su coquetería y se prenden entre las duras greñas un penacho azul!
¡Me río yo de los botánicos que quieren
explicar gravemente los fenómenos de florescencia y de la vegetación!
¡Si al brotar y florecer las plantas no
obedecen a otro impulso más que al deseo de ponerse un vestido nuevo!
Por eso, también, crecen con
preferencia en torno de las acequias, de los estanques, de los arroyuelos: para
tener un espejo en que mirarse.
Juana de Ibarbourou
El cántaro fresco. Montevideo 1920.
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