El vendedor de naranjas
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Muchachuelo de brazos cetrinos
que vas con tu cesta, rebosando naranjas pulidas de un caliente color ambarino; Muchachuelo que fuiste a las chacras y a los árboles amplios trepaste como yo me trepaba cuando era una libre chicuela salvaje; Ven acá muchachuelo; yo ansío que me vuelques tu cesta en la falda. Pide el precio más alto que quieras. ¡Ah, qué bueno el olor a naranjas! A mi pueblo distante y tranquilo, naranjales tan prietos rodean, que en agosto semeja de oro y en diciembre de azahares blanquea. Me críe respirando ese aroma y aún parece que corre en mi sangre. Naranjitas pequeñas y verdes siendo niña, enhebraba en collares.
Después, lejos llévame la vida.
Me he tornado tristona y pausada. ¡Qué nostalgia tan honda me oprime Cuándo siento el olor a naranjas! Si a otro pago muy lejos del tuyo, indiecito, algún día te llevan, y no eres feliz, y suspiras por volver a tu vieja querencia, y una tarde en un soplo de viento el sabor a tus montes te asalta, ¡Ya sabrás, indiecito asombrado, Lo que es la palabra “nostalgia”! |
Juana de Ibarbourou
Raíz Salvaje.
Montevideo, 1922
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