lunes, 7 de noviembre de 2016

El vendedor de naranjas

Muchachuelo de brazos cetrinos
que vas con tu cesta,
rebosando naranjas pulidas
de un caliente color ambarino;

Muchachuelo que fuiste a las chacras
y a los árboles amplios trepaste
como yo me trepaba cuando era
una libre chicuela salvaje;

Ven acá muchachuelo; yo ansío
que me vuelques tu cesta en la falda.
Pide el precio más alto que quieras.
¡Ah, qué bueno el olor a naranjas!

A mi pueblo distante y tranquilo,
naranjales tan prietos rodean,
que en agosto semeja de oro
y en diciembre de azahares blanquea.

Me críe respirando ese aroma
y aún parece que corre en mi sangre.
Naranjitas pequeñas y verdes
siendo niña, enhebraba en collares.

Después, lejos llévame la vida.
Me he tornado tristona y pausada.
¡Qué nostalgia tan honda me oprime
Cuándo siento el olor a naranjas!

Si a otro pago muy lejos del tuyo,
indiecito, algún día te llevan,
y no eres feliz, y suspiras
por volver a tu vieja querencia,

y una tarde en un soplo de viento
el sabor a tus montes te asalta,
¡Ya sabrás, indiecito asombrado,
Lo que es la palabra “nostalgia”!


Juana de Ibarbourou
Raíz Salvaje.  Montevideo, 1922




No hay comentarios:

Publicar un comentario